viernes, 7 de agosto de 2009

L003 - Lunar Park



"Lunar Park", de Bret Easton Ellis. 2005.

"Mientras las cenizas se elevaban en el aire salobre, se esparcieron con el viento y empezaron a retroceder, cayendo hacia el pasado y cubriendo las caras de los que se habían quedado allí, manchándolo todo, y luego se inflamaron en un prisma y empezaron a formar dibujos y comenzaron a reflejar a los hombres y mujeres que habían creado a mi padre y a mí y a Robby. Flotaron sobre una sonrisa materna y ensombrecieron la mano tendida de una hermana y avanzaron por todas las cosas que querrías compartir con todo el mundo. "Quiero enseñarte algo", susurraron las cenizas. Te quedaste mirando cómo las cenizas subían y danzaban entre una multitud de imágenes del pasado, cayendo en picado para remontar después el vuelo, y las cenizas se elevaron por encima de una pareja joven que miraba al cielo y luego la mujer miró al hombre y el hombre le ofreció una flor y sus corazones latieron abriéndose poco a poco y las cenizas cayeron sobre su primer beso y luego sobrevolaron a una pareja joven paseando a un bebé en un cochecito y al final las cenizas viraron por un jardín y se arrastraron hacia el estuco rosa de la primera -y única- casa que habían comprado como familia, en una calle llamada Valley Vista, y luego las cenizas recorrieron arremolinadas un pasillo detrás de cuyas puertas había niños y volaron entre los globos y apagaron suavemente las velas que ardían delicadamente sobre el pastel comprado que había en la mesa de la cocina el día de tu cumpleaños, y giraron alrededor del árbol de Navidad que se erguía en el centro del salón y oscurecieron las luces de colores que lo decoraban, y las cenizas siguieron la bici sobre la que pedaleabas por la acera cuando tenías cinco años y luego se colaron por el Slip'n'Slide amarillo en el que jugabas con tus hermanas y flotaron en el aire y aterrizaron en las hojas de las palmeras que rodeaban la casa y en un vaso de leche que sostenías en tu mano infantil y en tu madre en bata mirándote nadar en una piscina clara e iluminada y una película de ceniza se extendió sobre la superficie del agua, y tu padre peleaba contigo en el agua y tú amerizabas contento salpicándolo todo, y mientras la familia atravesaba el desierto en coche sonaba una canción ("Someone saved my life tonight", dice el escritor) y las cenizas salpicaban las Polaroid de tus padres de jóvenes y de todos los lugares a los que fuisteis cuando erais una familia y el vapor de la piscina iluminada seguía elevándose detrás de ellos junto con el aroma de las gardenias que se mezclaba con el aire nocturno, bamboleándose en el calor, y había un pequeño golden retriever, un cachorrito, saltando afable por los bordes de la piscina, eufórico, tratando de cazar un Frisbee, y las cenizas cubrieron las piezas del Lego esparcidas delante de ti y luego, por la mañana, tu madre se despidió con la mano y su voz dulce y las cenizas siguieron girando perseguidas por niños y cubrieron las teclas del piano que tocabas y el tablero de backgammon con el que jubabais tu padre y tú y se posaron en la playa en Hawai sobre una fotografía de las montañas tapada en parte por el destello de la cámara y oscurecieron una puesta de sol anaranjada sobre las rizadas dunas de Monterrey y llovieron sobre las tiendas rosas de un circo y una noria en Topanga Canyon y ennegrecieron una cruz blanca clavada en una colina del cabo San Lucas, y se escondieron en las habitaciones de la casa de Valley Vista y la hilera de retratos familiares, extendiéndose por todas las promesas anuladas y los vínculos perdidos, los deseos insatisfechos y los desengaños conocidos y los miedos confirmados y todos los portazos y las reconciliaciones que nunca ocurrieron, y pronto cubrieron todos los espejos de todas las estancias que habitamos, ocultándonos nuestras imperfecciones aun cuando las cenizas corrían por nuestras venas, y siguieron al chico de nuestra progenie que huyó, el hijo que descubrió lo que eres, y todo el mundo era demasiado joven para comprender que nuestra vida estaba plegándose sobre sí misma -era una tontería muy conmovedora pensar que de algún modo se nos ahorraría todo eso-, pero las cenizas siguieron avanzando y cubrieron una ciudad entera con una nube arrastrada por el viento y continuaron ascendiendo y las imágenes empequeñecieron y pude ver la ciudad en que había nacido mi padre cuando sobrevolaron las montañas de Nevada mezcladas con la nieve que allí caía y cruzaron el río y entonces vi a mi padre caminando hacia mí -volvía a ser niño y sonreía y me ofrecía una naranja con ambas manos mientras los perros cazadores de mi abuelo perseguían las cenizas por las vías del tren ensuciándose el pelaje- y las cenizas empezaron a derramarse sobre las imágenes y pasaron por encima de su madre dormida y mancharon la cara de mi hijo que soñaba con la luna y en cuyo sueño las cenizas oscurecían la superficie lunar al pasar volando pero en cuanto se alejaron la luna brilló como nunca y las cenizas llovieron en remolinos, rutilantes, y pronto las devoró una luz en la que empezaron a desmoronarse las imágenes. Las cenizas caían sobre todo y entre ecos. Espolvorearon las tumbas de sus padres y por fin entraron en el frío mundo de los muertos donde lloraron por los niños de pie en el cementerio y luego en algún lugar al final del Pacífico -después de susurrar por las páginas de este libro, esparciéndose sobre las palabras y creando otras nuevas- comenzaron a salir del texto, a perderse fuera de mi alcance, y luego se desvanecieron y el sol cambió de posición y el mundo se balanceó y luego siguió su camino y, aunque todo había terminado, se había concebido algo nuevo. De parte de los que nos quedamos: serás recordado, te necesitaba a ti, te quise en mis sueños."

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